White
Notas de programa
White forma parte de una serie de piezas de Pablo Carrascosa basadas en la reflexión que el compositor realiza sobre varios géneros de músicas populares. La primera pieza de la serie, Blue, está basada en su visión del Blues; la segunda, Black, en el Black Metal; y White se adentra en el estudio de los géneros derivados de la música electrónica de baile, especialmente del techno.
Es provechoso considerar la música anterior de Carrascosa para entender la composición de White. La pieza es una consecuencia completamente lógica de la manera de pensar del compositor. Su música -especialmente la escrita a partir de 2016- tiende a la parquedad, a lo conciso, a lo austero. Los escasos y meditados elementos que utiliza se desarrollan poco a poco sin temer la repetición ni la claridad, mientras construyen estructuras que cambian paulatinamente, pero sin una direccionalidad exaltada ni evidente. Estas características encuentran una resonancia en la música techno: el desarrollo formal tan particular y progresivo, el uso de la repetición y la pequeña variación, las ideas formadas por elementos claros, cortos e inequívocos son elementos de este género musical que llaman la atención del compositor. Así pues, White nace con la intención de explorar diversas ideas derivadas de la reflexión sobre este género musical.
Pero White no es un eslogan; no es una fusión de techno y música contemporánea. No “aparecen” elementos de techno sin más. Enumerar las características de la pieza que la acercan a este estilo no es suficiente. Lo fascinante de la composición reside en la distancia. La distancia con la que el compositor decide observar la música techno desde la tradición clásica. La distancia en la que nos encontramos los oyentes durante su pieza. Si los elementos de techno fueran muy evidentes, si se presentasen sin más, si el oyente estuviese demasiado cerca de ese estilo, el resultado sería obvio, pobre, infantil. Si prestamos atención, podemos darnos cuenta de cómo Carrascosa es consciente de esa distancia durante la pieza. Podemos ver su prudencia, su precaución ante muchas decisiones, y también su valentía cuando confía en que seamos partícipes de que algunas elecciones arriesgadas son deliberadas y conscientes (¿cómo explicar de otro modo, por ejemplo, el sorprendente walking bass que aparece en un fragmento de la pieza?). Podemos observar ese calculado acercamiento también en su reflexión sobre la acústica: ¿qué implica presentar elementos de música electrónica (cuyo escenario natural sería una discoteca con un considerable sistema de altavoces) en un contexto acústico, con un discurso que elude las dinámicas fuertes y cualquier amplificación de los instrumentos? ¿Cómo asumimos la brecha producida hacia el final de la pieza cuando aparece el eco de los materiales acústicos en una parte electrónica e interpretada en vivo? ¿Qué papel tiene la disposición ideal de la pieza, con los músicos espacializados alrededor de la sala, y qué dice sobre los distintos formatos de escucha en un concierto o en una discoteca? Hay grandeza en las cosas que se mueven entre márgenes frágiles; hay fuerza en aquello que sugiere varios lados, que no cede ante afirmar una única solución de manera inequívoca.
También hay algo extremadamente personal en la pieza. White, como lo son Blue y Black, es un manifiesto que nos describe con claridad cómo el compositor analiza la escena musical en la que vivimos y el papel que tiene en ella; también su incomodidad ante su contexto, su tradición musical. La pieza habla también del mundo que habitamos. O más concretamente: del mundo en el que vive el compositor. Voy a aventurar una hipótesis: White trata mucho menos sobre el techno que sobre cómo Pablo Carrascosa escucha ese mundo. Es su visión del techno, y más que eso: es también su visión sobre la tradición clásica. Su manera de escuchar -y por tanto su manera de crear- reflejan constantemente su naturaleza. Posee esa honestidad inevitable de aquellos creadores que no tienen más remedio que ser ellos mismos por muy diversos que sean los puntos de partida de sus composiciones. La austeridad antes comentada, la precisión, la permanente presencia de la tensión de la certeza de evitar cualquier elemento superfluo, el placer de la escucha consciente de que cada una de las decisiones que aparecen en la pieza son necesarias: Carrascosa cree que eso es el techno, pero es su escucha. Y esa escucha tiene también mucho que ver con la tradición clásica. Su acercamiento le delata, y no es casual que la pieza cite a Anton Webern. Esa depuración tan específica, ese placer por lo exacto: es inevitable asociarlos a la primera y a la segunda escuela de Viena. White jamás sería posible por alguien que pertenece exclusivamente al mundo de la música electrónica de baile. El compositor se escucha y se define a sí mismo en su manera de escuchar esta música: White es la traducción de ese proceso.
Carrascosa alude a menudo en entrevistas o escritos a no sentirse identificado con el contexto de compositor de “música contemporánea”. Más allá de los múltiples matices y aclaraciones que esa afirmación implica, me pregunto si no es precisamente un ejemplo de lo contrario. ¿No podría considerarse precisamente esa crítica sobre cómo uno escucha, sobre a qué pertenece uno, un rasgo de nuestros tiempos? ¿Acaso no es esa conciencia histórica y la imposibilidad de ignorar todas las tradiciones que nos atraviesan, elementos que describen la contemporaneidad?
Luis Codera Puzo