Viejos y cansados
En 1963, un jovencísimo Jonathan Cott realizó una célebre entrevista a John Cage. Cott, por momentos más interesado en opinar que en preguntar, formula una serie de cuestiones que no ocultan su rechazo a diversas composiciones -en particular al Concierto para piano y orquesta– y a algunos aspectos de la estética del creador. Un inalterable John Cage, con una carencia de ego insólita para un compositor, elude elegantemente responder en tono hostil y aprovecha la pregunta de su interlocutor para compartir su manera de ver el mundo y las ideas que lo motivan.
Ana del Barrio firma a principios de 2020 una entrevista a la escritora, poeta, editora y periodista Luna Miguel en la sección cultural del periódico El Mundo. La concisa conversación está propiciada por la publicación del libro de Miguel El coloquio de las perras centrado en literatura latinoamericana escrita por mujeres durante el siglo XX. Entre diversos asuntos, Del Barrio propone varias cuestiones a colación de algunos comentarios del escritor Javier Marías. Cito la respuesta, exquisita:
Ana del Barrio: Javier Marías critica que ahora a cualquier mujer oscura o recóndita se la considera genial.
Luna Miguel: Él tiene una colección maravillosa que se llama Reino de Redonda, donde publica a escritores oscuros y recónditos, que yo agradezco mucho descubrir gracias a él. Por lo tanto, no sé por qué a ellos les podemos descubrir y, a ellas, no.
Luna Miguel estaría perfectamente legitimada para incendiar su respuesta, contestar airada al enésimo comentario del enésimo señor que explica a las mujeres lo que es el verdadero feminismo, especialmente cuando, como ella misma explicita, realizar su trabajo ha sido una tarea difícil por el hecho de ser mujer. Hay millones de motivos que justificarían una réplica vindicativa y, sin embargo, Miguel muestra un temple inaudito al apreciar que esa colección es, aunque trágicamente incompleta, maravillosa.
Uno tiende a admirar aquellas virtudes de las que carece. Quisiera poder reaccionar con la entereza de Cage y Miguel ante las miserias del mundo, pero a menudo no puedo contener una irritación inmadura y estéril, particularmente en lo relativo a aquello que me importa, como el mundo musical clásico: la grandilocuente carencia de duda en tantos artículos y críticas musicales; las ocurrencias sobre programación y gestión cultural de infelices que no podrían ni organizar una merienda; la insoportable literatura barata de iluminado homeopático de los comentaristas de lo sublime. Esa ira puede matizarse, ocultarse, pero nunca se agota. Carece de relevancia que sea infundada o no: hay una línea muy tenue entre tener un espíritu crítico atento y acabar siendo un compositor resentido, viejo y cansado, incapaz de escuchar y prestar atención a aquello valioso que le rodea.
Querría llegar a ser como John Cage y Luna Miguel, pero todavía no he logrado resolver la paradoja entre destrucción y propuesta, entre rechazo y aprecio. Paradoja que parece superada en su caso, dado que su postura no es en absoluto acrítica: ambos defienden sus ideas y formas de ver el mundo de manera formidable, con esa solidez desconcertante que caracteriza a aquellos que no necesitan vociferar para ser escuchados.
19.4.2022