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Los enemigos de la paciencia

<< Antes de la “Ley de la propiedad privada de la información digital” establecida en la Conferencia de Tallin en junio de 2134, las corporaciones dedicadas a la captación, análisis y gestión de datos se multiplicaron de manera exponencial. Gracias al desarrollo del análisis estadístico de patrones de consumo, el uso de aplicaciones biométricas y el desarrollo en la ciencia de computación aplicada al diagnóstico psicológico, las empresas de obtención e interpretación de datos se expandieron sin ningún tipo de regularización. Estas fueron capaces ya no solo de prever el comportamiento humano, sino de condicionarlo. Aunque hoy en día nos parezca impensable que las sociedades de inicios del siglo XXI tardasen varias décadas en legislar el uso de los datos y entender que el abuso descontrolado de estos era más peligroso que la radioactividad, debemos entender que era un enemigo al que la humanidad nunca se había enfrentado y que los propios algoritmos fueron programados para que la sociedad tuviese una actitud favorable a los mismos. Este escenario trajo gravísimas consecuencias políticas y sociales y un fuerte impacto en los usos culturales. Durante la llamada “era de la información” el 99,68725% de toda la producción musical del planeta fue música algorítmicamente generada en base a los datos de los usuarios recolectados por las grandes discográficas en colaboración por los grandes proveedores de Big Data. La mayor parte de estas piezas estaban generadas individualmente para cada usuario que se suscribía a una tarifa plana musical, pero también era común la facturación de piezas más genéricas realizadas en base a datos estadísticos de diversos segmentos de población. Estas piezas menos personalizadas permitían mantener y explotar la función de socialización antropológicamente asociada al fenómeno musical y servían también a aquellos usuarios de las clases más bajas que tuviesen perfiles digitales más incompletos. Paradójicamente, a pesar de la individualización masiva en la generación de las piezas, los análisis estadísticos arrojan una homogeneización musical muy superior a las épocas precedentes en todos los índices básicos de estadística analítica sonora. Debido a los bajísimos índices de atención de una población masivamente expuesta a la hiperestimulación y a los catalizadores artificiales de consumo, es también durante estas décadas donde el Patrón de Atención-Duración-Gao-22 alcanza el mínimo histórico registrado, dando lugar a una media de 28 segundos de duración por pieza musical.

 

FDV4725 IA. Extracto. Archivos de cybermusicología histórica de la N.X234/F.

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El festival Moonbreaker 2121 realizó varios encargos a diversos compositores con la idea de que inventásemos una pieza y una narrativa para un hipotético concierto o situación musical en 100 años. La narrativa que imaginé consiste en un futuro donde la producción musical del planeta está controlada por empresas de entretenimiento que gracias al desarrollo desbocado y desregularizado del Big Data producen música personalizada de forma automática. Imaginé también un futuro en que la capacidad de atención es cada vez más pequeña lo que conlleva obras musicales cada vez más breves. Esta pieza en cuestión es una hipotética producción genérica no personalizada.

 

No lo considero un futuro probable, simplemente me he recreado imaginandolo.

 

Una parte del concepto original de la pieza está influido por lectura del inquietante Cyberleviatán de José María Lassalle, publicada en Arpa.

 

Pablo Carrascosa Llopis me ha asistido con la mezcla.

Los enemigos de la paciencia

 

<< Prior to the “Law on the private ownership of digital information”, established at the Tallinn Conference in June 2134, corporations dedicated to the collection, analysis and management of data multiplied exponentially. Thanks to the development of statistical analysis of consumption patterns, the use of biometric applications and the development of computer science applied to psychological diagnosis, data specialized companies expanded without any kind of regulation. They were able not only to predict human behavior, but also to prescribe it. Although today it may seem unbelievable that societies at the beginning of the 21st century took several decades to legislate the use of data and understand its scope, we must bear in mind that it was an enemy that humanity had never faced before and that the algorithms themselves were programmed so that society would have a favorable attitude towards them. This scenario brought very serious political and social consequences and a strong impact on cultural practices. During the so-called “information age” 99.68725% of all music production on the planet was algorithmically generated music based on user data collected by the major companies of systematic entertainment. Most of the pieces were generated individually for each user who subscribed to a flat rate music subscription, but more generic pieces based on statistical data from various segments of the population were also common. This less personalized music made it possible to maintain and exploit the socialization function anthropologically associated with the musical experience and also served those users from the lower classes who had incomplete digital profiles. Paradoxically, in spite of the massive individualization, the statistical analyses show a musical homogenization far superior to the previous times in all the basic indexes of sound analytical science. Due to the very low attention rates of a population massively exposed to hyperstimulation and artificial consumption catalysts, it is also during these decades where the Attention-Duration-Gao-22 Pattern reaches the historical minimum recorded, resulting in an average of 28 seconds of duration per piece of music.

 

N.X234/F cybermusicology archives.

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The Moonbreaker 2121 Festival commissioned several creators a piece and a narrative for a hypothetical concert/music situation in 100 years. The narrative I imagined consisted of a future where the planet’s music production is controlled by entertainment companies that thanks to the unbridled and unregulated development of Big Data produce automatic and personalized music. I also imagined a future where the human attention span is getting smaller and smaller, which leads to shorter musical pieces. This piece in question is supposed to be a generic non-personalized production, which is either a piece created for the anthropological function of socialization (also regulated in that future) or aimed at lower class users with incomplete digital profiles.

 

I do not consider it a probable future, I have simply recreated myself imagining it.

 

Part of the original concept of the piece is influenced by the José María Lassalle’s Cyberleviatan, published in Arpa.

 

Pablo Carrascosa Llopis has assisted me with the mix.